domingo, 5 de junio de 2011

El sector exterior mantiene el tipo

Hace unas semanas conocíamos los datos de la evolución de la economía española del primer trimestre y podíamos comprobar con cierto alivio como España parece haber recuperado, muy tímidamente, la senda del crecimiento (0,8 por ciento). Cuando los expertos se sentaron a analizar el origen del modesto dato positivo en función de los distintos componentes de la demanda, se enfrentaron a conclusiones paradójicas. Con el consumo y la inversión interna en vía muerta, el leve repunte de las cuentas españolas hay que atribuirlo al gasto público y a las exportaciones de bienes y servicios. Tacho de paradoja este análisis porque como todo el mundo sabe la Administración está llevando a cabo una política procíclica brutal de contención del gasto público (que a mi modo de ver no hace más que perpetuar los efectos de la crisis), así que en principio no parece el candidato ideal para protagonizar la expansión de la demanda. En el caso del sector exterior la paradoja reside en que siempre se nos ha repetido la falta de competitividad de nuestro tejido productivo en los mercados extranjeros por lo que tampoco parece que la actividad fuera de nuestras fronteras se fuese a convertir en la locomotora de los indicadores económicos patrios.

El primer misterio no tiene difícil explicación: no es más que un espejismo. El aumento del gasto público está relacionado con obligaciones con proveedores de 2010 cuyo pago se ha realizado a principios de este año y a que las distintas administraciones pueden estar concentrando la ejecución de los presupuestos públicos en los primeros meses del ejercicio, supongo que por lo que pueda pasar más adelante. Pero el caso de las exportaciones mantiene su intriga y sí que parece una causa sólida de esperanza.

Los datos de comercio exterior del primer trimestre de 2011 ponen en evidencia que las exportaciones españolas crecieron un 7,4 por ciento respecto al trimestre anterior, lo que equivale a un 23,4 por ciento sobre el mismo periodo de 2010, año en que aumentaron un 17,4 por ciento. No se puede tachar de coyuntural la solidez del sector exportador español, pues después del primer choque de la crisis que reduce su volumen, vuelve alzarse con fuerza al recuperarse el comercio mundial. Según la Organización Mundial del Comercio, en 2010 el crecimiento real de las exportaciones (14,5 por ciento) triplicó el crecimiento del PIB mundial (5 por ciento).

Pero volvamos sobre la paradoja, ¿cómo es posible que la empresa española, tradicionalmente considerada como poco competitiva, esté triunfando en los mercados globales, enfrentando con éxito a monstruos del tamaño del dragón chino? La respuesta está en que entre las innumerables empresas de baja competitividad que pueblan el tejido productivo español se encuentra una minoría (alrededor de 100.000 de 3,2 millones) de grandes compañías que presentan una productividad mayor que la de sus equivalentes europeos y en línea con la de los negocios de EE.UU. En palabras de Pol Antràs, catedrático de economía en la Universidad de Harvard, “La solidez de las exportaciones españolas tiene mucho que ver con la alta competitividad de este reducido grupo de grandes empresas, como refleja el hecho de que, durante el periodo 2000-2008, el crecimiento de las exportaciones fue marcadamente mayor para estas grandes empresas que para las empresas pequeñas y medianas”.Estas empresas, gran parte pertenecientes a actividades de las ramas industriales, exportan productos de gran calidad y alto valor añadido.

La mala noticia es que este tipo de empresas no es intensivo en mano de obra; tienen por lo general plantillas estables de trabajadores muy cualificados, pero no van a suponer, al menos de forma directa, una demanda importante de mano de obra. De hecho, gran parte de su competitividad se basa en la moderación de los costes laborales unitarios. Durante los años de bonanza económica los salarios de determinados sectores intensivos en mano de obra de baja cualificación, como la construcción, han sido más elevados que los de los trabajadores cualificados de estos sectores exportadores, que no han conocido aumentos significativos. Parece la fábula de la cigarra y la hormiga.

Esto último me devuelve a la preocupación que he reflejado en algunos posts anteriores: la posibilidad de que el nuevo modelo económico que se está gestando en la actualidad prescinda de un elevado volumen de la población desempleada de baja cualificación, que ya no es necesaria en un sistema productivo basado en productos y servicios de alto valor añadido intensivo en trabajadores muy cualificados. El coste social sería tremendo... Hay que tener en cuenta que no podemos competir vía costes en los mercados internacionales de manufacturas con países emergentes de Asia y América, con unos costes laborales unitarios imbatibles, por ahora; nuestra fortaleza se debe basar en la especialización productiva en ramas de productos de gran calidad y alto valor añadido. Todo ello nos puede proporcionar una posición muy ventajosa tanto en los actuales países desarrollados, como en los mercados de países emergentes, a medida que sus poblaciones vayan disfrutando de una mayor riqueza general y por tanto desarrollen una demanda de productos cada vez más sofisticados. ¿Y qué pasará con la gran masa de mano de obra poco cualificada?

2 comentarios:

  1. Madre mía, esto de la economía es como una manta, si te tapas la cara, se te enfrían los pies. Me encanta leer tus exposiciones de economía, porque puedo estar seguro de que no son "partidarias", y eso en los tiempos que corren es un lujo. Tu ideología estará ahí, porque eso es inevitable. pero no estás al servicio de unas de las dos Españas a la que te referías. Y por eso aprovecho para preguntar: ¿es posible hacer una política de gasto anticíclica, al estilo keynesiano, sin que los famosos mercados pongan la deuda pública a un precio imapagable? ¿Es una cuestión de credibilidad de este Gobierno, o los mercados van a castigar cualquier política que no reduzca el gasto? ¿Subirá el Valladolid a primera...?

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  2. Buenas Chema. Lo de la deuda tiene truco porque hace unos años teníamos superavit en las cuentas del Estado y eramos ejemplo de rigor y responsabilidad, y ahora parece ser que somos más insolventes que el vecino del ático de 13 Rue del Percebe. No me parece lógico, debe haber intereses sucios detrás de todo esto.

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