jueves, 2 de junio de 2011

La innovación según Steven Johnson


El pasado 25 de mayo asistí a la conferencia que impartió Steven Johnson en el Círculo de Bellas Artes de Madrid sobre innovación. Se trata de un conocido divulgador científico que escribe en publicaciones como Wired o Discover, y que vino a España a presentar su último libro Historia natural de la innovación” (2010) en el que analiza las distintas formas que puede presentar el proceso de innovación a través de ejemplos sacados de distintos periodos de la historia. Johnson demostró ser un excelente comunicador y una persona afable y simpática, con un gran sentido del humor, por lo que la charla resultó amena y distendida.

No voy a resumir la presentación de Johnson dado que se encuentra grabada entera en vídeo aquí,  pero me gustaría comentar algunas ideas que me llamaron la atención.

En primer lugar, me atrajo la negación de Johnson del “bombillazo”, es decir, de que un nuevo invento se le ocurre a una persona en un instante como si fuera por inspiración divina. Generalmente los procesos asociados a la innovación son largos, pueden durar décadas, e implican no sólo que surja una idea inédita, sino que el entorno esté preparado para adoptar y explotar dicha idea. Steven Johnson utilizó como ejemplo de lo anterior a Tim Berners-Lee, el creador de la World Wide Web. Según nos explicó, Berners-Lee trabajaba a principios de la década de los ochenta en el CERN y diseñó un sistema de comunicación basado en hipertexto para poder gestionar toda la información que compartía con otros investigadores, es decir por su propia necesidad personal. En 1989 consiguió conjugar su desarrollo hipertextual (HTML) con el protocolo de Internet (HTTP), originó la génesis de lo que más tarde se conocería como World Wide Web, que es la esencia del Internet que manejamos en la actualidad. Es curioso como este gran invento surge para cubrir una necesidad personal, ordenar sus relaciones de información con sus colegas de profesión, y como, a pesar de estar concebido más de diez años antes de su éxito mundial, en su momento de nacimiento no tenía mucho interés general porque no se había producido el boom de los ordenadores personales  y no existía una masa crítica relevante de usuarios que justificase su implantación, ni se le veía sentido entonces.

Otra de las propuestas que me pareció interesante es la desindividualización del proceso de innovación. Siempre tendemos a identificar un invento con la trayectoria individual de investigación de una sola persona, pero Johnson defiende que a menudo, aunque asociadas a un personaje, las nuevas ideas surgen de la interacción entre muchas personas, del intercambio de experiencias y conocimientos, “entornos líquidos”, como los llama él.

A lo largo de los cinco años que lleva investigando a personas innovadoras y entornos de innovación, Steven Johnson ha sacado conclusiones francamente interesantes sobre el perfil del innovador. En primer lugar, a pesar de la profunda especialización en su campo de estudio que presenta el innovador suele ser una persona con múltiples intereses en muchas otras áreas (él hablaba de hobbies, pero yo siempre he odiado esa palabra; yo no tengo afición a la música, siento pasión por ella). Esto le permite importar conocimientos de otros campos a su área de trabajo, enriqueciéndola y aportando perspectivas y soluciones distintas a los problemas. En segundo lugar y relacionado con lo anterior, los innovadores aparte de su red de contactos del sector suelen tratar regularmente con profesionales de muchas otras disciplinas (por ejemplo, un físico nuclear puede estar relacionado con abogados, poetas, economistas, arquitectos…), y al igual que al hablar de las aficiones, estas redes multidisciplinares de contactos generan un cruce de campos y de perspectivas que alimenta su proceso creatividad individual.

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