sábado, 8 de diciembre de 2012

Lecciones sobre igualdad desde América Latina

Un reciente informe de la Comisión Económica para América Latina y Caribe (CEPAL), Cambio estructural para la igualdad, pone en evidencia la importancia de promover la igualdad dentro de las sociedades como vía para alcanzar el ansiado desarrollo económico. La igualdad supone difundir a lo ancho del tejido social el desarrollo de capacidades, oportunidades laborales y acceso a prestaciones y redes de protección social. Vamos, justo lo contrario que hacemos en la desgastada y melancólica Europa.

El prólogo del documento, firmado por Alicia Bárcena la Secretaria Ejecutiva de CEPAL, contiene una visión que podría haber suscrito la Comisión Europea hace apenas una década, antes de inmolar el proyecto europeo en el altar del capital financiero. En concreto, afirma que “la igualdad connota no solo menores brechas en cuanto a oportunidades, sino un claro compromiso redistributivo del Estado respecto de los frutos del desarrollo, un mayor equilibrio en dotación de factores y en cómo éstos se apropian de los aumentos de productividad, un marco normativo explícito de derechos sociales que obligan a pactos fiscales con vocación universalista...” En suma, todo lo contrario de lo que estamos haciendo nosotros en nuestra economía: profundizar la desigualdad de oportunidades, primar las rentas del capital sobre las del trabajo cuyas proporciones actuales presentan mínimos históricos, desmantelar los derechos sociales adquiridos con esfuerzo durante décadas, y finalmente, utilizar la mayoría absoluta en el parlamento para rechazar cualquier tipo de pacto con los distintos colectivos que integran la sociedad española.

El informe identifica relaciones de interdependencia entre varios componentes del desarrollo: manejo del ciclo y manejo de la estructura, política macroeconómica y política industrial, dinamismo productivo con convergencia en niveles de productividad (con la consiguiente difusión del empleo de calidad y con derechos hacia el conjunto de la población económicamente activa) e impacto sobre la igualdad.

La articulación entre la macroeconomía y la política industrial se basa en crear sinergias intertemporales tanto en el corto como en el largo plazo. La política fiscal y monetaria, además de actuar buscando limar los efectos nocivos de los ciclos económicos, deben incentivar la inversión a largo plazo, la diversificación de la estructura productiva y la convergencia de los niveles de productividad de toda la economía. La diversificación de las economía supone una potente fortaleza ante los efectos de la volatilidad de los ciclos económicos.

El Estado adquiere en este escenario un rol determinante como agente encargado de traducir a la dimensión social las políticas productivas. A través del mundo del trabajo se puede alcanzar una mayor igualdad social; garantizando por ley unas condiciones de trabajo dignas y unos ingresos salariales justos se fomenta la cohesión social y el bienestar colectivo.

Nuestros países por contra están limitando la presencia estatal en el economía y desmantelando los regímenes laborales protectores de antaño con la excusa de que nuestros trabajadores no son competitivos. Aunque nos empeñemos, siempre seremos menos competitivos que los esclavos, creo.

Las políticas productivas que propone el trabajo son francamente interesantes:

  • Por una parte, especializarse en sectores altamente productivos e intensivos en conocimiento (eficiencia schumpeteriana): son aquellos que registran más rápidos crecimiento, productividad y generación de empleo.
  • Por otro lado, apostar igualmente por sectores que registran altas tasas de crecimiento de la demanda interna y externa (eficiencia keynesiana) que puedan ser atendidos por la oferta interna, aumentando la capacidad productiva del país y generando empleo.
  • Por último, para llevar a cabo el cambio estructural son necesarias las políticas industriales, y aquí la función del Estado es crítica. En España hemos tenido una larga trayectoria desde la creación del Instituto Nacional de Industria en 1949 (creo, no me apetece confirmar la fecha en Google) que ahora los visionarios en el poder de esta década parece que se empeñan en tirar abajo.
En suma, las indicaciones de la CEPAL en este documento parecen razonables y adecuadas para el momento que vive América Latina y muestran un enfoque mucho más constructivo que el pesimismo corruptofinanciero que asola Europa.

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