martes, 17 de diciembre de 2013

Si al despertar de la pesadilla sigue aquí el monstruo de la crisis


Aquellos que nos criamos en las décadas de los 70 y 80 estábamos acostumbrados  a los ciclos cortos económicos: etapas de  entre 3 y 5 años de crecimiento seguidos de una crisis que abarcaba unos 2 o 3 años. Este patrón se cumplió más o menos entre 1973 y 2000. Después creímos entrar en un ciclo económico largo de bienestar, como el que conoció el mundo entre 1945 y 1970, pero en 2008 nuestro gozo cayó, no en un pozo, sino en una sima oceánica.

Siguiendo un esquema, digamos, como el de la crisis de principios de los 90, en que el hundimiento se produce en 1992 y el despegue de la economía regresa hacia 1995, tendríamos que haber salido del agujero, a grandes rasgos, en 2011, pero no fue así.

Ahora, finales del año 2013 nos anuncian los iluminados de la estadística y la econometría de siempre que ya se ve luz al final del túnel, que lo peor ha pasado y que a partir de ahora solamente podemos ir a mejor.

Pero hay una corriente de pensamiento que piensa que el estado de estancamiento económico podría ser la norma a partir de ahora, que la baja demanda y los altos índices de desempleo seguirán durante décadas. En suma, ¿y si el monstruo de la crisis sigue allí tras despertar de la pesadilla?

El origen de este temor procede de nuestro agorero habitual, el Nobel Paul Krugman, a través de su artículo ¿Una depresión permanente?, en el que básicamente plantea la distopía de que nuestro futuro será lo que estamos viviendo ahora mismo, sin un mayor nivel de prosperidad, cito:
“Pero ¿y si el mundo en el que vivimos desde hace cinco años fuese la nueva normalidad? ¿Y si las condiciones de cuasi depresión van camino de mantenerse, no uno o dos años más, sino décadas?”
Según esta tesis, estaríamos en una situación en la que la depresión económica es la norma con periodos esporádicos de pleno empleo separados entre sí.

La perspectiva keynesiana que avala las tesis de Krugman, y que asocia los ciclos económicos al comportamiento de la demanda, parte del hecho de que antes de 2007, a pesar de la gran burbuja inmobiliaria, no existían indicios de expansión económica que generasen una presión inflacionista. Es decir, que ni en los mejores momentos de la edad dorada la economía funcionaba a toda máquina.

Lo lógico en un periodo de bonanza económica es que la excesiva demanda de bienes y servicios supere a la oferta creando una tendencia generalizada hacia la subida de precios. Pero no…

Las razones aducidas por Krugman para justificar esta situación son el estancamiento demográfico y el endeudamiento de las familias. En general, cualquier factor que contraiga el gasto y fomente el ahorro, algo que en este momento resulta nefasto.

Joaquín Estefanía aporta en el artículo Después de la crisis, ¿qué? su particular explicación a este fenómeno de la raquítica demanda para el caso de España: desde 2006 los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE han llevado a cabo unas políticas que han implicado un proceso de regresión en la distribución de la renta de nuestro país. De esta forma, hoy en día la riqueza se concentra en menos manos que hace veinte años.

La pérdida de poder adquisitivo de las familias españolas unida al terror a perder el empleo y las fuentes de ingresos, parecen asegurar que la demanda no crecerá en los próximos años, corroborando la tesis de estancamiento permanente de Krugman.

Nos queda para rato, creo yo. Y por mucho que los políticos enciendan la mecha de la pirotecnia triunfalista, como bien dice Estefanía:
“Los síntomas de que España está “ante el inicio de un ciclo de crecimiento”, recupera la confianza internacional y resalta “la cantidad de inversores que se dirigen a nuestro país”, como declaró el pasado viernes un representante del primer banco del país, no son compartidos por la ciudadanía, simplemente porque no los ven.”

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