jueves, 19 de junio de 2014

Las dos caras de la economía latinoamericana


Los clarines han sonado anunciando un cambio de tercio para la macroeconomía de la región latinoamericana. Los modelos económicos basados en la exportación de materias primas y en el dinero abundante y barato parecen pasar a la historia, y el futuro inmediato no garantiza las generosas tasas de crecimiento interanual a las que estaban acostumbrados los países de América Latina.

El subcontinente se divide en dos equipos claros cuyas perspectivas de éxito para afrontar el estancamiento global son abiertamente distintas. Por una parte nos encontramos la Alianza del Pacífico, integrada por México, Perú, Chile y Colombia, economías muy dinámicas con un futuro prometedor, y por otra Mercosur, cuyos socios son Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil y Venezuela, que ofrecen un elevado grado de incertidumbre.

Recientemente, el artículo del diario El País América Latina va a dos marchas ponía en evidencia los contrastes entre estas dos áreas de alianza comercial entre países.

El caso de la Alianza del Pacífico es el de un modelo de libre mercado flexible que parece capear mejor la crisis internacional que el basado en el proteccionismo de los países que integran Mercosur. De esta forma, para los primeros se prevén tasas de crecimiento para el presente año de entre el 3 y el 4%, mientras que los segundos apenas llegarán de media al 1%.

El problema con Mercosur, a juicio de los expertos consultados en el artículo, es el elevado grado de proteccionismo del que hacen gala las políticas económicas de los gobiernos de sus socios y el peso de la burocracia sobre la actividad comercial y productiva.

Ni siquiera la gran esperanza del desarrollo que ha constituido Brasil en los últimos años se libra de los nubarrones en el horizonte, las agencias de calificación le han bajado a su solvencia la nota dos veces en lo que va del presente año. A pesar de ser la economía del grupo Atlántico de mayor crecimiento esperado, este probablemente no supere el 1,8%.

Podríamos argumentar que en el equipo Mercosur la preocupación por lo social es más significativa que entre los liberales del Pacífico, más centrados en el crecimiento económico a cualquier precio que en la redistribución de la renta.

Y es verdad que entre 2005 y 2013 Brasil ha reducido la pobreza a la mitad, del 36% al 18%, Argentina un tercio, del 30 al 20%, y Venezuela del 37 al 27%. Pero los socios de la Alianza del Pacífico, exceptuando México que ha sufrido un retroceso, también han hecho progresos en este campo: en Colombia ha bajado la pobreza del 45 al 32%, en Perú del 52 al 25%, y en Chile del 13 al 11%.

En suma que la región de Latinoamérica muestra un perfil como el del dios romano Jano: dos caras opuestas una mirando al Atlántico y la otra al Pacífico.

lunes, 2 de junio de 2014

¿Realmente la tecnología está mejorando la educación?


Hace unos días el Premio Nobel de Economía Joseph E. Stiglitz reflexionaba en un artículo  sobre la dificultad para detectar el efecto del ritmo de innovación de Silicon Valley sobre el PIB de los Estados Unidos de América. Y recordaba a otro Premio Nobel, Robert Solow, cuando en la década de los 80 afirmaba no percibir el impacto positivo de la informática y los ordenadores sobre la productividad.

En el mundo educativo nos enfrentamos actualmente a un dilema semejante: ya va existiendo una penetración significativa de la tecnología en el sector y sin embargo no se aprecian mejoras en el nivel cognitivo del alumnado, según los expertos.

Este tema es objeto de análisis en la reciente publicación  Las TIC en la educación digital del Tercer Milenio, que coordinada por Crisóstomo Pizarro Contador, presenta las conclusiones del III Foro Internacional de Valparaíso.

En el trabajo, el profesor Martin Carnoy de la Universidad de Stanford se pregunta si son significativos los efectos de Internet sobre el aprendizaje, y reconoce que muchos de los estudios realizados sobre el tema no encuentran una correlación positiva entre ambos.

La introducción de TIC en el aula no implica, por sí sola, una mejora de los resultados académicos. El “evangelismo tecnológico”, término utilizado por el experto de la OCDE Francesc Pedró, parece apuntar que una inmersión total de la educación en los principios y postulados de la denominada Web 2.0 sin duda traerá consigo un cambio cualitativo en las capacidades y habilidades del alumnado. Sin embargo, la investigación empírica no siempre apoya esta afirmación, o en cualquier caso, establece matices.

En el caso de Estados Unidos, uno de los países punteros en la implantación de tecnología en la enseñanza, otro estudio, esta vez de 2011, Un mundo conectado: las TIC transforman sociedades, culturas y economías de The Conference Board, afirma que los alumnos de este país obtienen una puntuación por encima de la media en comprensión lectora, aunque ligeramente inferior a Holanda (otro de los países tratado en el estudio), pero obtienen unas puntuaciones mediocres en ciencia y matemáticas, cuando se esperaba lo contrario dadas las dotaciones tecnológicas nacionales en educación. Esto lleva a la conclusión de que no existe, en el momento actual, una correlación directa entre TIC y buenos resultados académicos, y que en ocasiones se podría interpretar que hasta puede llegar a darse una correlación negativa.

El informe del III Foro Internacional de Valparaíso afirma a este respecto:
“Así pues, al revés de ciertas nociones idealistas de cambios en el pensamiento de los estudiantes —especialmente la potenciación de las habilidades para resolver problemas— gracias a las TIC en las escuelas, hay muy poca, o ninguna, evidencia de que esto ocurra.”
Una explicación sobre el bajo impacto actual de la tecnología sobre el rendimiento escolar puede estar relacionada con la posibilidad de que exista un periodo de incubación necesario de las TIC en las aulas que retrase la visibilidad de su efecto positivo.

Este factor tendría que ver con el fenómeno estudiado por el Premio Nobel de Economía Robert Solow, citado al principio, sobre el efecto retardado de la inversión en TIC sobre la productividad económica en EE.UU. Este país comienza a invertir de forma intensiva en TIC a partir de la década de los ochenta; sin embargo, los efectos sobre la productividad y sobre el Producto Interior Bruto no comienzan a hacerse sentir hasta mediados de los noventa.

En 1987 Solow afirmó: “se percibe la era de los ordenadores en todas partes excepto en la productividad”. La explicación a este lapso es que las inversiones realizadas necesitaron un largo periodo de maduración para que se produjese el cambio cultural hasta alcanzar el funcionamiento interno de las empresas e impregnase al conjunto de la economía y de la sociedad.

Desde esta perspectiva, aquellos países que han realizado desde mediados de la década pasada fuertes inversiones en terminales y conectividad en los centros escolares, como es el caso de Holanda, EE.UU. o Corea, según el modelo de Solow deberían ver mejoras sustanciales en el rendimiento de sus alumnos en la segunda mitad de la presente década, una vez que la cultura tecnológica haya arraigado en los sistemas educativos.
 
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