lunes, 12 de octubre de 2015

Las clases medias latinoamericanas en peligro

Abríamos el año en este blog preguntándonos si la desaceleración económica que están sufriendo los países de América Latina son turbulencias coyunturales pasajeras o la brusca interrupción de un proceso de desarrollo sin precedentes en la región. Lo cierto es que a medida que ha ido avanzando 2015 la situación se ha ido volviendo aún más confusa y no menos preocupante, especialmente a medida que se confirma el frenazo de la economía china, que es un actor relevante en el éxito macroeconómico de Latinoamérica. Con éste ya son cinco años en que la tasa de crecimiento del conjunto del subcontinente es menor que la del precedente.

Como nos recordaba hace poco Moisés Naím (América Latina: del prodigio al peligro. El País, 4 de octubre de 2015), aunque en el pasado todos los periodos de bonanza económica han mejorado algo la situación de la población latinoamericana más desfavorecida, el que se extiende desde principios de la década de 2000 hasta aproximadamente 2011 ha traído consigo una reducción importante en la desigualdad en la renta y la aparición en no pocos países de una nueva clase media, un porcentaje de población que abandona la pobreza, bisagra necesaria para superar la tradicional dicotomía entre las élites minoritarias y la mayoría viviendo de la economía de subsistencia.

Pero este “milagro social” no ha sido fortuito: responde a una voluntad institucional de los gobiernos por crear sociedades más justas. De acuerdo con los datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 2005 y 2012 la tasa de crecimiento del gasto social superó con creces a la del económico, pasando a ser del 5% del PIB al 19%. Como consecuencia, el porcentaje de población pobre cayó del 34% al 21%.

No obstante la prolongada crisis que afecta especialmente a occidente y los problemas a los que se enfrenta el modelo de crecimiento de China (gran importador de las materias primas de la región e importante socio financiero), han supuesto el fin de esta era de crecimiento. Y lo que es peor, un fuerte retroceso económico podría revertir la positiva evolución social devolviendo a la incipiente clase media a su pobreza de origen.

La onda expansiva en Latinoamérica de las tribulaciones chinas resulta más que evidente. Alejandro Rebossio reunía en su artículo Diez efectos del parón chino (El País, 4 de octubre de 2015) ejemplos concretos del daño que sufren los distintos países:

1. Brasil: caída de las exportaciones a China en un 22,6%.
2. México: China produce la mitad del acero del mundo y está inundando el mercado hundiendo los precios. México es el segundo productor de Latinoamérica y está viendo como se deteriora su industria metalúrgica.
3. Argentina: la soja supone una quinta parte de las exportaciones del país y la caída de la demanda china de este producto esta haciendo que su hundan los precios.
4. Colombia: las ventas a China, especialmente de petróleo y ferroníquel, cayeron un 72% en el primer trimestre de 2015.
5. Venezuela: la bajada de las importaciones chinas de petróleo han causado que el precio baje a menos de la mitad de lo que valía hace un año. El 95% de las divisas de Venezuela proceden de la exportación de combustibles fósiles.
6. Chile: las exportaciones de cobre refinado a China bajaron entre enero y julio de este año un 8,8%.
7. Perú: el capital chino concentra el 36% de la minería peruana y la caída de la bolsa de Shangai ha paralizado en gran medida las inversiones previstas en el sector.
8. México: China se convirtió en un importante inversor de proyectos de infraestructuras en el país: tren de alta velocidad, complejo inmobiliario y red de telecomunicaciones. Los dos primeros han sido cancelados y el último está en hibernación.
9. Brasil: bajada del 7,4% de las ventas de hierro a China.
10.Argentina: las exportaciones de vino a China cayeron del 9% al 5% entre 2013 y 2014, si bien se han recuperado a principios de 2015.

Aparte de la debacle económica impuesta por el comportamiento del gigante asiático, en opinión de Alejandro Werner, economista jefe del FMI para América, la región no supo aprovechar bien el boom de las materias primas (entrevistado por el diario El País, 11 de octubre):

“La región, como un todo, aprovechó mejor que en el pasado el boom de precios de las materias primas. Pero no lo suficiente, no canalizó lo suficiente esos ingresos adicionales a ahorros para poder estar mejor en los malos tiempos. Tampoco para avanzar en temas de infraestructuras o educación, aunque sí en programas de lucha contra la pobreza.”

Resulta sorprendente, y en gran medida triste, que según las encuestas del Latinobarómetro casi la tercera parte de los latinoamericanos que afirman ser de clase media achacan su progreso social al esfuerzo personal y no a la economía de su país, y lo que es peor, el 50% cree que su mejora es permanente e irreversible, como apunta Naím en su artículo. De esta forma, concluye el escritor:

“Tristemente, pronto muchos descubrirán que el aumento de sus ingresos no es tan permanente ni irreversible como creían. Y que su esfuerzo personal no basta para mantener las mejores condiciones de vida que alcanzaron en los años prodigiosos.”

lunes, 5 de octubre de 2015

¿Y si realmente la tecnología no mejora la educación?

A pesar de las profecías de los gurús 2.0, de los chamanes de lo digital y de los diversos vendedores de elixir crecepelo que pueblan los eventos denominados “inspiradores”, un reciente informe de la OCDE pone en cuestión la relación entre el uso de tecnología en el aula y el rendimiento académico. En suma, que los ordenadores, tablets y móviles no hacen milagros en estudiantes que no han adquirido competencias básicas en lectoescritura y matemáticas.

El trabajo, publicado en septiembre del presente año y titulado Students, Computers and Learning, Making the Connection, parte de los datos del informe PISA del año 2012 que arrojaba resultados como que el 96% de los alumnos de 15 años de los países de la OCDE utilizaba dispositivos informáticos en casa, pero solamente el 72% lo hacía en el aula. Pero lo más alarmante es que en los países que sí han realizado un esfuerzo por integrar la tecnología en el sistema educativo no se aprecia una mejora significativa en los alumnos en los campos de las ciencias, las matemáticas y la lectura.

Sorprendentemente, los datos de PISA muestran que en aquellos países donde resulta menos común que los estudiantes usen Internet en el colegio la habilidad lectora ha crecido más que en los que más se apoyan en las redes. También avisa la OCDE que al considerar la inversión realizada en conectividad y dispositivos en educación hay que tener en cuenta que ese gasto “compite” con otras partidas que también inciden en la calidad de la enseñanza: el contratar más profesorado o subir el sueldo al existente (motivación), comprar más libros, invertir en infraestructuras no tecnológicas, etc.

Igualmente curiosa (y preocupante) resulta la hipótesis que aventura el informe acerca de que el gasto en TIC en el aula puede haber desviado su objetivo inicial de mejorar las competencias básicas en matemáticas y lectoescritura del alumno para dirigirse al desarrollo de competencias más relacionadas con el mercado de trabajo. Se trata de una posible explicación al hecho de por qué la habilidad lectora de los estudiantes de países en donde se utiliza intensivamente la web para las actividades relacionadas con la lectura no es mejor que la de los que siguen haciéndolo por medios tradicionales analógicos (lo que viene siendo el libro de papel). En el caso de las matemáticas, el rendimiento de los estudiantes entre 2003 y 2012 ha bajado especialmente en naciones que han reducido la tasa de alumnos por ordenador.

El análisis tampoco parece apoyar la tesis de que la informática beneficia la capacidad lectora (“using computers at school does not seem to confer a specific advantage in online Reading”) y solamente el uso moderado de la tecnología de red puede garantizar un apoyo a la adquisición de la habilidad para entender un texto (“for   browsing the Internet or using e-mail, the relationship with reading skills becomes negative only when the frequency increases beyond “once or twice a week””).

En matemáticas las conclusiones son similares: los alumnos que no utilizan ordenadores en las clases de esta materia tienden a tener mejores resultados académicos que los que lo hacen (“Irrespective of the specific tasks involved, students who do not use computers in mathematics lessons perform better in mathematics assessments than students who do use computers in their mathematics lesson, after accounting for differences in socio-economic status.”), a juzgar por los autores del informe porque las lecciones de matemática avanzada se basan más en clases aplicadas que en programas informáticos. 

En resumen, la tecnología no hace milagros; se requiere un cambio completo del paradigma educativo y una utilización eficiente de la misma, lejos de las teorías de los iluminados y del discurso vacío de tecnólogos de moda. Cierro con las conclusiones del informe: “Overall, the evidence from PISA, as well as from more rigorously designed evaluations, suggests that solely increasing access to computers for students, at home or at school, is unlikely to result in significant improvements in education outcomes. Furthermore, both PISA data and the research evidence concur on the finding that the positive effects of computer use are specific – limited to certain outcomes, and to certain uses of computers”.

domingo, 20 de septiembre de 2015

La incertidumbre de China: bienvenidos al capitalismo



La transición en las últimas décadas de la economía china desde el intervencionismo absoluto del modelo maoísta hasta una economía abierta de mercado ha sido espectacular. En paralelo, el Producto Interior Bruto del país se ha multiplicado por 20 desde 1978 y hoy representa un 15% del valor de la producción mundial.

Este proceso ha llevado a China a ocupar una posición hegemónica entre los actores que presiden la vida económica del planeta. Para el mundo desarrollado como un competidor imbatible en precios en los mercados internacionales de productos industriales; para las naciones emergentes como un importador masivo de materias primas y un socio inversor. De esta forma, el nuevo siglo amanecía con una nueva partida en la que una pieza ponía en jaque al tradicional papel de occidente como productor de manufacturas e inyectaba savia en los procesos de desarrollo de las naciones emergentes, no sólo de sus compañeras del acróstico BRIC -Brasil, Rusia e India-, sino de muchos otros países de América Latina y África.  

Pero esas tasas de crecimiento anual de dos dígitos que han acompañado la muda a la piel capitalista del dragón se han ralentizado. Las alarmas han saltado al considerar la posibilidad de que el gigante asiático puede entrar en estancamiento o recesión, que estás caídas de los mercados de valores y las devaluaciones de moneda recientemente sufridas, no sean turbulencias pasajeras sino el síntoma de que el modelo de crecimiento está agotado.

Los estornudos de la economía china tienen en vilo a medio mundo. Rusia confiaba en su vecina para paliar las necesidades financieras derivadas de  la caída de los precios del petróleo y de las sanciones comerciales impuestas por las naciones occidentales. Otros como Venezuela, Nigeria y Ucrania contaban con las inversiones y préstamos chinos y Brasil ha visto seriamente reducidas sus exportaciones de minerales y soja en grano al frenarse la demanda del país asiático. Parece a todas luces una reacción en cadena.

¿Cuál es el problema que afecta a la economía china, un motor de crecimiento que hace unos años parecía imparable? En un acertado artículo, Ángel Ubide del Peterson Institute for International Economics (China en su laberinto) afirma que es precisamente ése: lo anormal de haber gozado de un desarrollo tan colosal en las últimas décadas. Y podríamos añadir, y tan sostenido, sin los vaivenes que experimentan normalmente las economías de mercado.

En los apenas cuatro decenios que han pasado desde la muerte de Mao, China ha evolucionado de ser un país básicamente rural a uno mucho más urbanizado, ha introducido el mercado en una economía estatalmente intervenida y se ha abierto de par en par al comercio exterior. Un tiempo récord para tanto esfuerzo.

La especialización en la producción de manufacturas destinadas a la exportación ha basado su competitividad internacional en los bajos salarios del obrero industrial, gracias al excedente de mano de obra rural. Pero ese excedente, dado el vertiginoso nivel de urbanización, se acaba, y los salarios presionan al alza destruyendo la ventaja competitiva china en el exterior.

Por otro lado, desde la tribuna de Harvard Business Review, David Simchi-Levi (You Can´t Understand China´s Slowdown Without Understanding Supply Chains) añade como problema el cambio de tendencia que aparentemente se aprecia en el mundo, en el que las cadenas de producción industrial, que hace veinticinco años se trasladaron de los países industrializados a los países en desarrollo, están volviendo a los primeros. El primer mundo se está reindustrializando, dentro del fenómeno que se  ha denominado “near-shoring” o lo que es lo mismo, la práctica de producir cerca del consumidor. ¿Se acabarán los tiempos de los productos con el rótulo “Made in China” o "Made in taiwan”?

En palabras del articulista “el mundo está en plena transformación, con empresas que se mueven de una estrategia industrial global, cuyo foco está en los países de bajos costes, hacia una estrategia más regional, en la que China es para China, los Estados Unidos (o México y Latinoamérica) son para las Américas, y Europa del este es para los mercados europeos” [“the world is in the middle of a transformation, with companies moving from a global manufacturing strategy, whose focus is on low-cost countries, to a more regional strategy, where China is for China, the United States (or Mexico and Latin America) is for the Americas, and Eastern Europe is for European markets.”].

Varias son las razones que justifican este cambio de estrategia industrial que implica repatriar las unidades de producción:

Los precios del petróleo. La deslocalización de la producción de los años 90 tuvo lugar en un periodo de precios bajos del combustible, pero éstos se han triplicado en la última década encareciendo los costes logísticos. Ahora vuelven a estar bajos, pero la producción de gas barato en EE.UU mediante fracking puede hacer más rentable el producir en ese país que hacerlo en China y traerlo de allá.

Costes laborales. En los últimos años los costes laborales en China se han incrementado en un 20%, frente al 3% de EE.UU. y el 5% de México.

Automatización. La revolución tecnológica conlleva la automatización de las plantas productivas incidiendo muy positivamente en la productividad. La industria de este siglo ya no necesita grandes cantidades de mano de obra barata sin cualificar, sino una cantidad reducida de trabajadores técnicamente  muy cualificados.

Riesgo. Una cadena de producción desperdigada por el mundo y presente en países social o políticamente inseguros, o sin legislación en torno a la seguridad o la protección medioambiental,  expone demasiado a la empresa y supone un factor de vulnerabilidad. El reciente desastre ocurrido en el almacén de Tianjin es un buen ejemplo de ello.

Retornando al primer artículo citado, Ángel Ubide plantea como retos para el buen funcionamiento de la economía china una serie de transformaciones de fondo del país:

  • Transición de la industria a una economía de servicios
  • De una política de inversión a una de estímulo del consumo
  • De la dependencia de la demanda exterior a fortalecer la demanda doméstica
  • De un tejido empresarial mayormente estatal a uno basado en capital privado
  • Reducir el elevado endeudamiento
  • Gestionar el exceso de capacidad del mercado inmobiliario
  • Reorganizar el caos fiscal en las regiones

Se trata de medidas quizá algo obvias para el economista occidental, pero que parten de un análisis que no tiene tan claro el Gobierno chino por su falta de experiencia en la economía de mercado. La gloriosa transición se acabó: bienvenidos al capitalismo con sus problemas.

jueves, 27 de agosto de 2015

La recuperación que vino de fuera

El triunfalismo desplegado en los últimos tiempos en torno al supuesto éxito de las políticas de austeridad para salir de la crisis (ese “ves como teníamos razón”) puede no tener una base sólida y no ser más que el fruto de un espejismo.

No son pocos los economistas de renombre que auguran un largo periodo de años de estancamiento, bajo crecimiento, y en el caso de España, cifras de desempleo desorbitadas. Que hallamos entrado en una senda de tímido crecimiento económico es cierto, pero que éste sea sostenible en el tiempo y que vaya reforzándose entra ya en la esfera de la especulación y el vaticinio.

En un reciente artículo (Crecimiento: el porque y el cómo) el ex ministro de Industria y Energía, Joan Majó, explicaba por qué a su juicio no hay que echar al vuelo las campañas en la actual coyuntura económica. Básicamente se trata de que el origen del incipiente crecimiento que estamos experimentando se debe en gran medida a factores externos y no a la política llevada a cabo por el Gobierno de España. De esta forma, el empeoramiento de cualquiera de estas condiciones puede frenar en seco la etapa expansiva.

Cuatro son los elementos externos que están favoreciendo la competitividad de la empresa española:

  • La devaluación del euro respecto al dólar favoreciendo las exportaciones.
  • La caída del precio del petróleo que abarata las importaciones de combustibles.
  • La turbulencia política y violencia existente en diversos países del Mediterráneo que desvían turistas hacia España.
  • Los tipos de interés bajísimos de la zona euro y la abundancia de liquidez que reduce el coste de la deuda y favorece el consumo privado de bienes duraderos.

Pero Majó opina que la alteración de uno o varios de estos factores, sobre los que no tiene control nuestro ejecutivo, sería suficiente para empeorar la situación económica de nuestro país.

Por otro lado, los efectos de las políticas económicas aplicadas tienden a polarizar la sociedad, abriendo más aún la brecha entre ricos y pobres, mediante el aumento de la precarización del trabajo y de la temporalidad, y del desmantelamiento parcial de determinados servicios sociales aumentando la vulnerabilidad de los estratos sociales más desfavorecidos.

Las mejoras en la productividad de las empresas españolas se basan en la reducción de costes fruto de los recortes salariales y no en la inversión en tecnología o en formación. Veremos cómo sigue esta historia.

miércoles, 19 de agosto de 2015

El pensamiento heterodoxo del profesor Ha-Joon Chang: la economía como dogma de fe

La verdad es que tengo bastante olvidado este blog por culpa de mi desmedida afición a las violas da gamba y laúdes y por las distintas colaboraciones que llevo a cabo con Las Dos Castillas, El Diario Fénix y Drugstore Magazine. Todo ello no quiere decir que ya no me interese la economía ni el momento tan fascinante como terrible que está viviendo el mundo, es sólo que no encuentro tiempo para escribir. Pero temas hay a patadas...

El caso es que como ando bastante desconectado del mundillo económico se me había pasado por alto la figura de Ha-Joon Chang, profesor de Cambridge y una de las mentes más lúcidas y consecuentes del pensamiento actual, a juzgar por las declaraciones que realiza en una entrevista que le hicieron a principios de agosto. En este post me gustaría resumir las principales opiniones que vertió que chocan bastante con ese pensamiento único al que nos tiene sometidos la mediocridad intelectual del FMI y de las autoridades europeas.

La economía no es una ciencia. Yo siempre había defendido que la economía no es una ciencia exacta, como las matemáticas, pues está teñida de juicios de valor, pero Ha-Joon Chang va más allá afirmando que es una ilusión pensar que una disciplina basada en valores éticos y posiciones políticas puede generar axiomas científicos.

La principal consecuencia de hacer creer que la economía es una ciencia es que sus postulados adquieren la categoría de dogma, de verdades irrefutables, como que la tierra gira alrededor del sol, impidiendo que pueda haber distintas explicaciones de una misma cosa. Pero Chang nos recuerda que hay hasta nueve escuelas de pensamiento económico, cada una con su particular explicación de la realidad.

La economía ha sido deliberadamente convertida en una disciplina compleja para excluir la participación democrática en la toma de decisiones.  Todo profesional plantea su profesión como mucho más compleja de lo que es para que su trabajo no parezca demasiado fácil (¿alguna vez habéis cambiado el mecanismo de la cisterna del inodoro? Lo puede hacer cualquiera sin necesidad de llamar a un fontanero), y en el caso de la economía se ha conseguido en las últimas décadas que parezca algo tan difícil de entender que es mejor dejar la toma de decisiones en manos de los expertos. Sin embargo son decisiones que afectan directamente a nuestra vida cotidiana y deberíamos como ciudadanos tener el derecho y el deber de participar en el debate.

Las políticas que ha impuesto la denominada troika en Europa para salir de la crisis son buen ejemplo de lo anterior. Las medidas de austeridad se han presentado como la única alternativa posible excluyendo cualquier otra opción o posibilidad de debate.

El origen financiero de la crisis ha sido disfrazado de fiscal. O en otras palabras, el descontrol y las burbujas del sistema financiero mundial son la causa de la crisis, pero se ha conseguido hábilmente que la culpa recaiga sobre el excesivo endeudamiento de los gobiernos nacionales. En el momento en que empieza a caer el crecimiento económico los gobiernos comienzan a aumentar el gasto público con la intención de revitalizar la economía y entonces efectivamente incurren en un fuerte endeudamiento.

Y la solución viene dada por aplicar políticas de austeridad y de recorte del gasto público en vez de realizar una reforma financiera que puede evitar el desencadenamiento de otra crisis similar, algo que  Ha-Joon Chang considera que puede ocurrir en breve a la vista de lo que está ocurriendo en el mercado de valores chino que ha caído un 20% en tan sólo cuatro semanas.

El euro no fue una buena idea. Chang coincide con otros economistas heterodoxos al criticar la moneda única europea en un área compuesta por países con tantas disparidades económicas y en los que no existe una movilidad efectiva de fuerza de trabajo ni una política fiscal común. Cuando han llegado los problemas, tradicionalmente los países de productividad más baja devaluaban su moneda para ganar en competitividad en los mercado internacionales, pero eso es algo que ya no pueden hacer porque la política monetaria está dirigida por el Banco Central Europeo y no por los gobiernos de los Estados miembros. Por tanto, la única solución para mejorar la competitividad se basa en bajar los salarios y recortar el gasto público, lo que profundiza el estancamiento económico.

Por otro lado, el comportamiento de los Estados miembros (el más reciente ejemplo es el de Alemania en relación con el rescate griego) pone en evidencia que no estamos en el proyecto común europeo que soñaron Delors y Monnet, y que parecía florecer durante los años ochenta y noventa, sino en un patio de colegio en el que impera la ley del más fuerte y los prejuicios.

La solución a la crisis griega pasa por la cancelación de la deuda.  Ha-Joon Chang considera que la cancelación de parte de la deuda griega es la única salida. Desde el punto de vista de la responsabilidad, considera que tan culpable es el que se endeuda como el que presta, y que los bancos que compraron deuda griega prestaron irresponsablemente y no están pagando por su error. Desde una perspectiva práctica, no tiene sentido decirle a un país que si no tiene ingresos que recorte gastos. En una economía todos los agentes (administración, empresas, familias...) están interrelacionados de forma que si uno recorta sus gastos está recortando los ingresos de otro, creando una cadena de empobrecimiento.

Con las medidas de austeridad la crisis va para largo. Chang vaticina que la situación de estancamiento y crecimiento débil continuará los próximos años hasta que surjan voces críticas que demanden un cambio en las medidas de política económica. No considera los “logros” que nos  están vendiendo como una salida de la crisis. En sus palabras:

“En los últimos siete años, la economía estadounidense, en términos per capita, ha crecido a un ritmo de 0,4% anual, cuando las llamadas dos décadas perdidas de Japón, la renta per capita subió a un ritmo del 1%. ¿Qué tipo de recuperación es esa? Al final de 2014, en la mitad de los países de la OCDE no se había alcanzado la renta per capita de 2007”.

jueves, 16 de abril de 2015

La revolución de los MOOC en la educación superior

¿Quién no ha soñado con poder estudiar en la Universidad de Harvard o en el Massachusetts Institute of Technology? Pues ahora es posible hacerlo de forma gratuita y sin tener que volar hasta Boston gracias a los MOOC.

Sin duda una de las grandes revoluciones de los últimos tiempos en el terreno de la educación superior es el fenómeno de los MOOC (Masive Open Online Courses). Probablemente esta modalidad de formación a través de redes esté poniendo la primera piedra de lo que debe ser la esencia del proceso de aprendizaje online que hasta ahora ha sido, en mayor o menor medida, una imitación y adaptación digital de los métodos de enseñanza presenciales de toda la vida.

Pero vamos a aclarar conceptos, se denomina MOOC a un tipo de curso que se imparte a través de Internet, por prestigiosas instituciones educativas, y que puede llegar simultáneamente a ingentes cantidades de alumnos, que pueden sumar hasta varios miles. Adicionalmente, se supone que los MOOC hacen un uso intensivo de los medios sociales, en las comunicaciones docente-alumno y entre estos últimos, y que explotan al máximo los formatos multimedia, especialmente el vídeo y el podcast.

Precisamente es el Instituto Tecnológico de Massachusetts el organismo pionero en poner en marcha en 2001 lo que denominó MIT OpenCourseWare (MITOCW) que en su día definió de la siguiente forma:
«OpenCourseWare combina dos cosas: la tradicional apertura, compromiso e influencia democratizadora de la educación americana y la posibilidad que ofrece la Web para poner una vasta cantidad de información disponible de forma inmediata».
Un año después, el MIT publicó la primera prueba del nuevo modelo educativo,  consistente en una página web que albergaba 50 cursos. En el año 2011 la institución celebró los diez años de la iniciativa con más de 2.000 cursos, la incorporación de 33 disciplinas académicas y más de 100 millones de alumnos.

Sin embargo, no es hasta 2008, año en que Stephen Downes y George Siemens, ambos docentes de la Universidad de Manitoba (Canadá), imparten el curso Connectivism and Connected Knowledge (CCK08), en que se considera que comienza la era de los MOOC. Este curso tuvo un alumnado presencial de pago de 25 personas y otro virtual gratuito de 2.300. El alumnado remoto podía interactuar con el aula a través de una plataforma educativa Moodle y de distintas herramientas 2.0, como los blogs y Second Life.

Un reciente estudio, Los MOOC en la educación del futuro: la digitalización de la formación (febrero, 2015), publicado en la colección Fundación Telefónica/Ariel, ahonda en las características de esta tendencia y en sus posibilidades de cara a popularizar y extender la formación superior de calidad.

Los expertos que intervinieron en la realización del trabajo identificaron varias necesidades que presenta el sistema actual de educación superior o terciaria y que en parte pueden satisfacer los formatos tipo MOOC:

La optimización de recursos -  Las universidades alrededor del mundo cada vez acogen mayores volúmenes de alumnos (actualmente hay 200 millones de universitarios y se espera que en doce años se produzca un crecimiento del 25%,  hasta los 250 millones) y las necesidades de financiación de los centros educativos para poder ofrecer una formación de calidad crecen exponencialmente.

Formación continua – Un concepto que se maneja desde hace tiempo, pero que cobra una relevancia especial en un mundo en rápido cambio como el actual. La necesidad de aprender durante toda la vida y no sólo en el periodo de educación de la persona se hace cada vez más patente.

Formación flexible – Unido a lo anterior, el proceso de aprendizaje debe poder ser compatible con otras actividades, como por ejemplo las laborables, por lo que debería ser modulable y escalable para adaptarse a la disponibilidad temporal del alumno.

Los MOOC suponen una optimización de los recursos disponibles puesto que un mismo equipo docente puede atender a miles de alumnos, utilizando los mismos contenidos educativos. Además, es un sistema flexible dado que se adapta a las necesidades del alumno y es idóneo para ofrecer una oferta de formación continua, renovando cursos y contenidos en función de las necesidades sociales y económicas de cada momento.

El cambio de paradigma educativo ha venido de la mano de la tecnología. No obstante, urge que la formación online encuentre su propio espacio metodológico ajeno a la enseñanza presencial y que no dependa de la adaptación y adopción de las formas de ésta.

En este sentido, los MOOC participan y se nutren de las principales corrientes actuales en materia de tecnologías de la información y las comunicaciones. Hablamos en concreto de:

Utilización del social media -  Tanto las redes sociales más generalistas, como Facebook o Twitter, como otras más específicas, como LinkedIn, así como los servicios de mensajería del tipo de WhatsApp o Line, son poderosas herramientas de comunicación para establecer comunidades virtuales en torno a las iniciativas de formación.

Existen también redes sociales privadas de los propios centros, pero el enfoque es el mismo: impulsar y facilitar la comunicación entre la institución, los estudiantes y el equipo docente.

El poder de los macrodatos – A diario todos nosotros dejamos centenares de datos en la red; cada cosa que hacemos en redes sociales o en webs es información que debidamente procesada y analizada dice mucho de nosotros. El Big Data, -en español “macrodatos”-, puede ayudar a los gestores de un determinado proceso formativo a comprender al alumno, a conocerle mejor, y de esta manera poder optimizar su proceso de aprendizaje. Junto al Big data, cobra importancia el concepto de Learning Analytics, basado en aplicar las técnicas de analítica web al campo de la enseñanza online, y que es definido por el experto Erik Duval como: “recoger huellas que los estudiantes van dejando y utilizar esas huellas para mejorar el aprendizaje”.

Plataformas de aprendizaje adaptativo – Básicamente se trata de una conjunción de distintas tecnologías para obtener entornos de trabajo, no sólo personalizados, sino que además se adaptan a las necesidades de cada estudiante.

Open content – En este caso, más que una corriente tecnológica es una demanda social: la que exige herramientas y contenidos digitales de uso libre y gratuito, desprovistos de las ataduras de la propiedad intelectual. El terreno de la educación incluye diversas vertientes de este concepto, open content (contenido que se puede usar libre de la propiedad intelectual), open courseware (recursos abiertos educacionales que son presentados en formato de curso), open educational resources (contenidos de carácter abierto desarrollados por educadores y que están disponibles para el uso, reproducción y modificación) y open education (desarrollo de comunidades y redes educativas basadas en contenidos abiertos).

Tecnologías inmersivas – Se trata de aquellas que permiten replicar situaciones reales de interés para la formación de los estudiantes. Estamos hablando de gafas de realidad aumentada y realidad virtual, de sistemas de reconocimiento de gestos o de imágenes holográficas en la comunicación entre usuarios, entre otras muchas técnicas innovadoras.

domingo, 11 de enero de 2015

La economía digital y los ciudadanos de valor económico cero


Cada vez se alzan más voces avisando del daño irreversible que la economía digital está infligiendo en el empleo. Ya nos hemos hecho eco en este medio sobre esta amenaza, que se resume llanamente en que el modelo económico intensivo en tecnología que emerge no necesita tanta mano de obra como el precedente. Hablando en plata: sobra un porcentaje importante del volumen actual de trabajadores.

El pasado 6 de enero el diario El País nos traía como regalo de Reyes un acertado artículo firmado por el catedrático de la Universidad de Valencia Gregorio Martín en el que se nos anuncia que las máquinas inteligentes están haciendo desaparecer modelos de negocio completos y numerosos perfiles profesionales (Digitalización y desempleo: el nuevo orden).

El texto subraya que la pérdida de empleos provocada por la revolución tecnológica no encuentra su contrapeso en la creación de otros nuevos. Las tan cacareadas start up funcionan con un nivel de recursos humanos mínimo, incluso las que han desarrollado productos o servicios de éxito global, como Instagram o WhatsApp, así que tampoco pueden ser la solución a este problema. De hecho, la mayor parte tienen menos de cinco empleados.

Por desgracia, se nos engaña hablándonos de las ventajas de ser emprendedor, de lanzar tu propio negocio, pero no deja de ser un remiendo para una situación sin solución. ¿Cuántos empresarios innovadores realmente llegan a generar un modelo de negocio mínimamente rentable? ¿Es lógico y deseable que cada desempleado se convierta en empresario? Personalmente no creo que el mercado tenga cabida para tantas “grandes ideas” de lucro.

Pero aparte de los políticos, que no ven más allá del horizonte de su legislatura, y de los iluminados, que rezan todas las noches antes de acostarse un mantra sacado de la biografía de Steve Jobs, cualquiera puede ver que el vertiginoso desarrollo de la inteligencia artificial está cambiando las necesidades de recursos del sistema económico. Lo escalofriante es que, a diferencia de cataclismos anteriores, la salida de la crisis puede no traer consigo la creación masiva de empleo.

Estaríamos hablando de una situación de crecimiento productivo y bonanza en las finanzas que deja de lado a un porcentaje de la fuerza de trabajo, que además ha visto recortado drásticamente su nivel de protección social por la fe profunda en el presupuesto equilibrado de las políticas liberales aplicadas durante la crisis.

No más optimistas que el profesor Martín resultan William H. Davidow y Michael S. Malone, que desde la tribuna de Harvard Business Review nos hablan de que dentro de poco habrá “hordas de ciudadanos de cero valor económico”.

El razonamiento que exponen en su artículo (What Happens to Society When Robots Replace Workers?) es muy similar: el capital productivo está sustituyendo personas por máquinas a pasos agigantados, y se pone de ejemplo el caso de la empresa gigante manufacturera china Foxconn que en 2011 daba empleo a un millón de trabajadores, pero que está incorporando a razón de 30.000 robots al año. Una sencilla operación aritmética nos permitiría saber cuándo quedarán en paro la mayor parte de ese millón de empleados.

Davidow y Malone utilizan el término de “Segunda Economía” para referirse a la parte de la economía en la que las máquinas solamente se relacionan comercialmente con otras máquinas.  El término fue acuñado por el economista Brian Arthur, que vaticina que si esta segunda economía sigue creciendo al ritmo actual, para 2025 tendrá el volumen de la economía “original” en 1995 y habrá desplazado a 100 millones de trabajadores. Solamente en los EE.UU. predice que quedarán alrededor de 40 millones de trabajadores “sin valor económico”.

Los expertos coinciden en que las alternativas de los poderes públicos para enfrentar este problema son limitadas. Se aboga por mejorar la educación y la formación, algo que de por sí siempre será positivo, pero es una respuesta insuficiente y que llega demasiado tarde. Como indica Gregorio Martín, “la solución educativa ocupa al menos el tiempo de una generación para dar resultados: no resuelve el nuevo orden entre digitalización y empleo”.

Cualquier solución que se ponga en marcha tendrá que partir de las premisas y características del nuevo orden que surge y no intentar aplicar principios del antiguo mundo industrial heredado del siglo XX.

Ya en 1989 el conocido Informe Delors (Libro Blanco “Crecimiento, Competitividad y Empleo. Retos y pistas en el siglo XXI) reconocía "Si hemos cambiado, el mundo ha cambiado todavía más deprisa que nosotros". Entonces no sabían hasta qué punto.

martes, 6 de enero de 2015

Año nuevo, nuevas crisis: América Latina y la deflación estructural

Una de las grandes incógnitas económicas que enfrentamos en este 2015 que comienza es qué pasará con el incipiente desarrollo de Latinoamérica y cómo afectará esto al mundo global. Tras una serie de años de crecimiento continuado a buen ritmo, las tasas comenzaron desde 2010 a desacelerarse y pueden revertir los efectos positivos de cambio estructural que habían comenzado a producirse en parte de estas naciones.

Quizá lo más notable ha sido la aparición y consolidación de una clase media en países de rentas más altas como Uruguay y Chile. Sin embargo, otros candidatos a cerrar la brecha de renta con los países de Europa y Asia, como Perú, Brasil, México o Colombia, que también habían empezado a generar una clase media basada en la mejora de las condiciones de vida de los estratos más pobres de la sociedad, pueden caer en la denominada trampa de la renta intermedia, en la que la economía ve cómo el ritmo de crecimiento del PIB se ralentiza y el proceso de desarrollo socioeconómico se hace más lento o directamente interrumpe.

El proceso de desarrollo implica entre otras cosas la evolución de un sistema económico basado en la explotación y exportación de recursos naturales a otro en el que los sectores industrial y de servicios adquieren un mayor peso dentro de la generación de valor añadido en el país en cuestión. De acuerdo con los datos que ofrece la OCDE, el porcentaje de población trabajando en los sectores secundario y terciario en Latinoamérica creció del 36% al 56% entre 1980 y 2010, lo que da una idea de evolución positiva a largo plazo.

Se puede hablar del inicio de un proceso de diversificación del sistema productivo de estas naciones, orientado a la especialización en productos y servicios de mayor complejidad y valor añadido, y tendente a reducir la dependencia de la volatilidad de los mercados internacionales de materias primas. Esta tendencia en sí misma positiva podría interrumpirse bruscamente de frenarse el ritmo de crecimiento.

Y las perspectivas son preocupantes si nos atenemos a las previsiones de la OCDE. En su reciente informe Latin American Economic Outlook 2015, afirma que la región continuará creciendo pero a un ritmo menor que en los últimos cinco años, es decir, entre el 2 y el 2,5% anual de media. Las razones de esta desaceleración hay que buscarlas en la caída de los precios internacionales de las materias primas (especialmente metales y minerales), en el menor crecimiento de China (un socio de peso de América Latina), en el encarecimiento del coste de la financiación internacional y en la bajada de la afluencia de capital internacional.

El escenario descrito establece grandes diferencias entre los distintos países, que ya se han manifestado en 2014. Bolivia, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Panamá, Perú y la República Dominicana han mostrado tasas de crecimiento de entre el 4 y el 7%. Más rezagadas, en torno al 2,5% van las grandes economías de la región, Chile y México, y Brasil, que registra tan solo el 1%. En el pelotón de cola encontramos países como Venezuela o Argentina, que registraron valores negativos de crecimiento.

El informe pone en duda que los “booms de productos y capital” que han experimentado los países de América Latina, en ocasiones, desde 1960 sean capaces de aportar estímulos positivos a las tendencias de crecimiento. Estos booms son periodos en los que se han producido o un incremento drástico de las exportaciones de productos primario (combustibles, minerales, alimentos), o aumentos en los flujos de entrada de capital a corto plazo o de la inversión extranjera.

Las épocas de bonanza, de unos tres años de duración, han llegado a aportar hasta 6 puntos porcentuales de crecimiento del PIB. Sin embargo, la OCDE afirma que lo que hacen es añadirle volatilidad a las tendencias de crecimiento a largo plazo.

En una economía global todo lo que ocurre en alguna parte del mundo afecta al resto. Las economías de los países están entretejidas en una malla basada en el comercio y los movimientos de capital internacionales, cuando no están directamente integradas en un espacio económico común, como la Unión Europea. De esta forma, aunque a distinta velocidad, la crisis actual que se origina en EE.UU. y Europa parece estar llegando a otras regiones como Asia y Latinoamérica. En algunos casos solamente se trata de una revisión a la baja de las expectativas de crecimiento, pero no deja de ser un indicador de que si a una parte del mundo le va mal, tarde o temprano lo notará la otra parte.

La última derivada que nos dejó 2014 fue la caída de los precios de determinadas materias primas, especialmente de los carburantes, en parte por la caída de la demanda internacional y en parte por la sustitución de la oferta en el caso del petróleo, al aplicar los países técnicas de fracking para explotar nuevos yacimientos de combustibles fósiles.

¿Hasta qué punto esta bajada de los precios de los productos primarios, cuya exportación es la base del crecimiento económico de no pocas naciones emergentes, podría generar un efecto en cadena que afecte a las naciones desarrolladas? Recordemos que la recuperación que ahora, a principios de 2105, se anuncia a bombo y plantillo, presenta un cimentación extremadamente débil. Europa no acaba de enganchar la tendencia de crecimiento y se habla de un estancamiento secular.

Hace poco yo releía un viejo libro del profesor de la Universidad Complutense de Madrid Juan Hernández Andreu en el que establecía un paralelismo entre las grandes crisis económicas del siglo XX (Las crisis económicas del siglo XX, 1988). La tesis expuesta parte del concepto de “deflación estructural” del economista Charles Kindleberger que explicaba el origen de la crisis de 1929 en base a la caída de los precios de los productos primarios en los mercados internacionales, cuyo efecto posteriormente alcanzó a otros sectores de la economía mundial a través del comercio internacional.

A grandes rasgos, una serie de factores crearon durante los años 20 un exceso de oferta de bienes primarios que conllevó la acumulación de stocks y la caída de los precios de los mismos. El deterioró de la relación real de intercambio entre bienes primarios y bienes manufactureros produjo una pérdida de ingresos, por la caída de exportaciones, en los países especializados en la producción de los primeros, que redujo su volumen de importación de productos industriales. De esta forma, la crisis se trasladó a los países industrializados, exportadores de manufacturas, alcanzando cotas globales.

Andreu defendía en su libro que la otra gran crisis del siglo XX, la que se inicia oficialmente en 1973, tenía un origen similar a la de los años 30: “Los efectos catastróficos de 1929 y de 1973 no fueron resultado de sólo causas monetarias. En ambas crisis, los orígenes deben encontrarse en los movimientos de los precios relativos [entre bienes primarios e industriales] y en la carencia de innovaciones técnicas.”

Una entrada en recesión de las grandes economías de América Latina podría afectar seriamente a las economías de los denominados “países industrializados” que apenas salen del caos económico generado en 2008.¿Estamos ahora, en 2015, entrando en un proceso de deflación estructural, usando la terminología de Kindleberger, que arroje de nuevo al abismo los tímidos brotes verdes que asoman en Europa y EE.UU? ¿Conseguirá el gigante chino mantener el nivel de importaciones de materias primas e inversión que garantice un crecimiento para Latinoamérica? Ya lo iremos viendo a lo largo de este año que nace.

 
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